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De izquierda a derecha: LOS HORRORES DE LA FASE 3

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Por Jesús Ruiz Gámez

Según adelantó ayer el periodista Joaquín López Dóriga, el gobierno de López Obrador podría decretar hoy el inicio de la Fase 3 por la pandemia de COVID-19, la cual, como ya sabemos, significará restricciones más duras para frenar la movilidad poblacional ante el alud de miles de contagios que ya está presente.

Se pensaba que esta fase 3 podría haber iniciado hasta la semana próxima, pero muy seguramente el desacato poblacional a los llamados a quedarse en casa de la Fase 2 hacen necesario adelantar el nuevo periodo en que los contagios se llagarán a contabilizar en decenas de miles y en miles los muertos.

Desde el primer caso de coronavirus en México, detectado el pasado 28 de febrero, el avance de los contagios ha sido muy superior al que llevaban en Estados Unidos en el mismo número de días, luego de que allá, al igual que aquí, el gobierno desestimó los alcances de la pandemia y ahora suman más del medio millón de enfermos detectados.

Lo que hace parecer ominosa la fase 3 es la percepción, alimentada por decenas de testimonios del personal de los propios hospitales públicos, de que el aparato de salud está lejos de estar preparado para el alto número de casos que se dejará venir.

Se ven por allí los esfuerzos desesperados de particulares por abrir provisionales espacios para la atención urgente de los enfermos, pero dada la dimensión de lo que se espera se aprecian solamente como posibles paliativos.

Si este negro panorama de hospitales rebasados por la pandemia se cumple, la fase 3 necesariamente hará que en los nosocomios se dé inicio a la aplicación de la “Guía de Bioética”, que no es otra cosa que ese momento en que los médicos deberán decidir a quién salvan y a quién dejan morir por los efectos del coronavirus y la falta de espacios y equipos.

Se vivirán, pues, días de inmenso dolor en miles de enfermos, sus familias y todo el personal médico que sufrirá la impotencia y los riesgos propios de la exposición a la enfermedad, pero estos horrores serán también recordatorios de la estupidez y la indolencia gubernamental.

Estupidez, sí, por el desdén ante la pandemia mostrado inicialmente por el gobierno de López Obrador, que hizo perder tiempo valioso para los necesarios preparativos, pero una estupidez magnificada por la necedad de postergar las necesarias inversiones en el sector Salud.

Cada muerte, cada escena de sufrimiento de enfermos, familiares, médicos y enfermeras, será recordatorio igualmente de la criminal decisión de seguir gastando en refinerías y trenes, poniendo esos proyectos obsesivos del Presidente por encima de la salud pública.

Ojalá que me equivoque, de veras, pero siento que la fase 3 será muy larga y muy dolorosa… Y más podría serlo la “fase 4”, cuando la crisis económica haga también su parte, con más dolor y pérdida de vidas.

HABRÁ MUCHOS RAMÓN SESMA
Estremece lo comentado por el vicepresidente del Colegio de Economistas del Estado de Sonora, Marco Antonio Córdoba, quien considera que entre 40 y 50% de las micro y pequeñas empresas sonorenses pudieran verse orilladas a cerrar y despedir a sus trabajadores, aunque sea temporalmente mientras pasa la pandemia.

Así que la imagen del empresario Ramón Sesma, cuyo video donde comunica a sus empleados que ya no podrá seguir pagándoles se volvió viral, se podría repetir en cientos o miles de casos de propietarios de micro y pequeñas empresas que no podrán aguantar la parálisis económica causada por el coronavirus, agravada por el insensato abandono del gobierno de la 4T.

Y lo peor es que, al igual que el coronavirus, que por cada caso conocido puede haber hasta 8 más infectados, por cada uno de esos cientos o miles de empresarios serían miles o decenas de miles de empleados que se quedarán sin poder llevar sustento a sus casas, con todas las consecuencias de tipo social y de inseguridad que eso conlleva.
Es, pues, una tormenta con muchos truenos y relámpagos ante la cual el insensato y soberbio gobierno de López Obrador no se hinca.

VER PARA CREER
Como Usted ya está enterado, la alcaldesa Celida López Cárdenas decidió que el horno no está para hacer bollos y mejor dejó para después el proyecto de la venta de los terrenos de “El cárcamo” en el Vado del Río, no sin antes señalar la inconsistencia de los ambientalistas de temporada que, en su mayoría, sólo se aparecen cada que se ofrece frenar un proyecto que no les acomoda a sus intereses.

Llegaron los recursos por la venta del Héctor Espino.

Ya expusimos aquí que entre esos opositores están los mismos que se levantaron en armas cuando el gobierno del Estado anunció la intención de vender el estadio Héctor Espino, pero se han callado desde que el presidente López Obrador se comprometió a comprarlos para hacer clínicas de beisbol y los espacios excedentes concesionarlos a empresarios.

Entre paréntesis, el pago de más de 500 millones de pesos por el Estadio Héctor Espino lo confirmó ayer el secretario de Hacienda del Estado, Raúl Navarro Gallegos, recursos que caen ahora sí que como anillo al dedo por las nuevas necesidades que se presentan por la pandemia.

De vuelta al tema, es decir que se trata de ambientalistas que evidentemente se oponen a proyectos según su origen. No hay autenticidad pues.

Pero el comentario es más bien por el anuncio que hizo ayer el presidente López Obrador de que no habría necesidad de que se vendan los terrenos del El Cárcamo, porque su gobierno ya tiene un plan emergente para 50 ciudades del país, dentro del cual le corresponderían 500 millones de pesos a Hermosillo, aunque sólo dio su palabra de que al menos habría 150 millones para bacheo en la capital sonorense.

Pues la verdad ojalá que así sea, que se cumpla esta promesa, con la que apenas se alcanzaría a resarcir un poco el daño que han causado a la ciudad los recortes presupuestales del mismo gobierno de AMLO.

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