Monseñor Teodoro Enrique Pino Miranda nació el 1 de diciembre de 1946, en Cucurpe, Sonora. Fue ordenado sacerdote el 2 de abril de 1972 sirviendo desde este año hasta el año 2000 en la Arquidiócesis de Hermosillo. Posteriormente, el papa Juan Pablo II le ordenó como VIII Obispo de Huajuapan de León siendo consagrado obispo el 31 de enero de 2001 por Mons. José Ulises Macías Salcedo, Arzobispo de Hermosillo y como co-consagrantes Mons. Carlos Quintero Arce, Arzobispo emérito de Hermosillo y Mons. Felipe Padilla Cardona, obispo de Tehuantepec.
Así platica él mismo la influencia que tuvo su familia en su formación católica:
“La vida tiene un inicio que comienza ordinariamente en la familia y es a través de ella, donde se reciben los primeros o malos hábitos que serán significativos en la vida de una persona.
“Puedo decir que mis primeros años fueron muy significativos: habiendo nacido en Cucurpe, queda a 46 km. De la ciudad de Magdalena de Kino, es una pequeña población en donde sus habitantes sencillos y pobres corrían los días con gran alegría, en donde todos de alguna manera jugaban un papel muy importante.
“Mis padres: Ramón Pino y Ramona Miranda procrearon 7 hijos, (6 varones y 1 mujer) María Antonieta, José Ramón, Manuel +, Teodoro Enrique, José Jesús, Alejandro y Lorenzo. Los tres primeros nacieron en diferentes ranchos cercanos a Cucurpe y a Teodoro Enrique le tocó nacer en Cucurpe, el 1o. de diciembre de 1946.
“Mi familia tanto mi Padre como mi madre, deseando darnos educación, se trasladaron a Magdalena, donde estudiamos la escuela primaria: mi padre para hacer frente a los gastos, trabajó en varios oficios, hasta que se colocó en la matanza, alquilando una casa en frente del lugar donde se mataban las reses, ese lugar tomó el nombre de San Felipe o el barrio, por iniciativa de mi madre que promovió un templo ante el Obispo Juan Navarrete y que ahora es parroquia.
“Quería que lleváramos una buena educación, con gran esfuerzo nos llevó a la escuela Niños Héroes o Colegio apostólico, donde cursamos la primaria, como era una escuela de paga tuvimos que trabajar ordinariamente los fines de semana para conseguir las colegiaturas necesarias para poder estudiar en ese colegio, que era por otra parte el inicio de lo que se llamaba Seminario, por eso se llamaba colegio apostólico.
“Puedo decir que en la pobreza y sencillez, transcurrieron los días, y sobre todo que nuestros padres nos transmitieron muchos valores sobre todo, una fe firme que se manifestaba yendo juntos al templo que estaba más cercano. Desde aquí sabiendo que ellos ya gozan de la vida eterna agradezco a mis padres la formación que nos dieron. ¡Gracias Señor!”
Muy querido por la feligresía de Oaxaca, le escribieron este corrido