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Premios Emmy declaran su amor a las minorías

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Uno de los elementos más analizados de Juego de tronos es el papel que ocupan las mujeres en el argumento. Primero se las percibía como víctimas del universo de inspiración medieval de George R.R. Martin y ahora personajes como Daenerys, Cersei y Sansa generan conversaciones sobre patriarcado y feminismo. Y, según parece, los Emmys no quieren ser menos y aprovecharon las votaciones para reconocer Juego de tronos, Veep, The people v O.J. Simpson y sobre todo premiar las minorías que contribuyen con sus trabajos tanto delante como detrás de las cámaras.

 

 

Los politiqueos de Poniente no pudieron superar el récord de catorce victorias que establecieron el año, pero sí consiguieron doce. Se consolidaron con el galardón de mejor drama, mejor guión y mejor dirección por el episodio The battle of the bastards y otros nueve premios técnicos. Y fueron suficientes, de hecho, para que Juego de tronos sea la serie más premiada de la historia de los Emmy con un total de 38. Es una buena forma de mitigar las derrotas de Lena Headey y Kit Harington en manos de una Maggie Smith (Downton abbey) y un Ben Mendelsohn (Bloodline) que ni tan siquiera habían asistido a la gala.

 

Y, mientras que las quinielas también daban por hecho que Veep ganaría como comedia y guión, Julia Louis-Dreyfus consiguió emocionar los asistentes al agradecer su quinto premio consecutivo como mejor actriz por Veep a su padre, que había fallecido el viernes. “Me encanta que le gustase Veep porque su opinión era la que realmente importaba”, dijo entre lágrimas.

 

Pero este resumen de los principales vencedores no debe distraer la atención de las gratas sorpresas que sí pudimos presenciar como Rami Malek recogiendo el Emmy por Mr Robot y Tatiana Maslany sorprendiendo todos los presentes por su estatuilla como actriz de drama por Orphan black donde interpreta múltiples personajes: “Soy muy afortunada de participar en una serie que pone las mujeres en el centro”.

 

 

Pero lo más interesante es que los Emmys, como dejó entrever el presentador Jimmy Kimmel, demostraron ser capaces de abrazar la diversidad. Si los Oscars son acusados prácticamente cada año de machistas, homófobos y racistas, en la gala celebrada en el Microsoft Theatre hubo visibilidad para todas las minorías.

 

“Hay que derribar el patriarcado”, dijo la creadora de Transparent , Jill Soloway, cuando recibió el Emmy por la serie, una comedia dramática que profundiza en la identidad sexual y la sexualidad a partir de los Pfefferman.

 

Jeffrey Tambor, que obtuvo el galardón como mejor actor de comedia por ser la matriarca transexual, siguió este camino reivindicativo pidiendo ser “el último hombre en interpretar el papel de una mujer transgénero”: “Dadles la oportunidad de contar su historia”.

 

Unos premios gay-friendly

Soloway, abiertamente lesbiana y con un padre transexual, no fue la única persona del colectivo LGTBI en recoger un premio. La actriz Kate McKinnon hizo historia como la primera actriz del Saturday night live en recoger el premio como secundaria de comedia en los 41 años de historia del programa de sketches. Es un buen año para McKinnon, que este año se ha dado a conocer alrededor del mundo con el remake de Las Cazafantasmas.

 

Louie Anderson, que a finales de los 90 fue víctima de un chantaje porque no quería que su homosexualidad se conociera en la industria para no perder papeles, se hizo con el galardón como actor secundario de comedia. Le reconocían su increíble esfuerzo y naturalidad en una serie autoral como Baskets donde curiosamente interpreta a una madre.

 

Sarah Paulson, también abiertamente lesbiana, hizo las delicias de sus fans llevándose el premio como actriz de miniserie por The people v O.J. Simpson: American crime story. Era la favorita indiscutible por interpretar a Marcia Clark, la abogada que había intentado encarcelar a Simpson y que había sido víctima de los medios de comunicación, que tanto juzgaban su peinado como su vida privada. “Lo siento”, le dijo a Clark, que había acompañado a Paulson a la gala.

 

La miniserie sobre el juicio de O.J. Simpson fue una de las grandes ganadoras de la noche con un total de nueve premios, incluyendo mejor miniserie, que recogió Ryan Murphy, abiertamente homosexual y muy activo en la visibilidad del colectivo.

 

Esta obra demostró el gran nivel interpretativo no solamente de la serie sino también de la comunidad afroamericana de Hollywood con Courtney B. Vance y Sterling K. Brown ganando como actor principal y secundario respectivamente, derrotando dos pesos pesados como el oscarizado Cuba Gooding Jr y John Travolta, que aparecían en la misma serie.

 

 

Aziz Ansari y Alan Yang, de ascendencia India y China respectivamente, también dieron su nota de color en la gala al recibir el galardón de mejor guión de comedia por Master of none . “Tenemos un largo camino por recorrer”, denunciaron ante la falta de referentes cinematográficos y televisivos para la comunidad asiático-americana.

 

Grandes directoras

Y si los Oscars suelen tener problemas en nominar mujeres directoras, también porque los productores les ofrecen menos trabajo en cine, los Emmys demostraron que había mucho talento. Miguel Sapochnik ganó por la increíble batalla de los bastardos de Juego de tronos, sí, pero Soloway y Susanne Bier dominaron en las categorías de dirección de comedia y de miniserie.

 

Las minorías no solamente hicieron que los Emmys fueran menos repetitivos que de costumbre (que lo fueron igualmente) sino que demostraron que ellos son la esencia de la industria de Hollywood al igual que todos los demás. A ver si el cine aprende la lección.

 

Crónica de La Vanguardia

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