Sierra Leona.- Victoria Yillia perdió a toda su familia por el ébola, pero ella sobrevivió y la enfermedad tampoco impidió el nacimiento de su hijo.
Aun así, la enfermedad se cernía incluso sobre ese día feliz. Yillia dio a luz a muy poca distancia del pabellón en el que apenas el año pasado estuvo entre la vida y la muerte. Enfermeras y personal médico lucían trajes protectores y máscaras por temor a cualquier traza de infección. Los médicos le dieron fórmula infantil y le dijeron que no amamantase a su bebé hasta que ellos confirmasen con análisis que no había indicios de virus en la leche.
Su esposo, Anthony, estaba radiante en la sala de maternidad mientas ambos hablaban sobre nombres para el bebé, recostado en una manta con un gorrito amarillo en la cabeza. Pero Victoria estalló en llano: Su madre no estaba allí para acompañarla, para mostrarle qué hacer con su primer hijo. Tampoco estaba su abuela, ni sus tres hermanas mayores.
La pareja y su recién nacido son todo lo que queda: Veintiún miembros de la familia de Victoria murieron cuando la epidemia de ébola azotó esta área de Sierra Leona.
“Porque perdí a todos mis fa miliares, Dios me bendijo y puedo comenzar una nueva familia”, dijo, con el bebé en sus brazos. “Con este bebé, todo lo que he perdido ha regresado a mí”.
Victoria no es solamente la única sobreviviente de su familia: fue la primera persona en sobrevivir ébola en Sierra Leona. Su caso fue celebrado en todo el país: Ella conoció al presidente y el día de su alta, el 8 de junio, es ahora el Día Nacional de los Sobrevivientes.
Siendo el rostro de la sobrevivencia en Sierra Leona, es lógico que su vida de esperanza y dolor refleja la de un país azotado por ébola que batalla para progresar, pese a sus angustias.
Victoria conoció a Anthony en la aldea de Koindu cuando ella tenía apenas 16 años. Él era un voluntario en su escuela, con sueños se hacerse maestro y no podía dejar de mirarla. Se casaron y ella se quedó con su familia mientras Anthony completaba sus estudios en la universidad en Kenema.
Muy pronto quedó embarazada, pero sus primeras semanas estuvieron cargadas de complicaciones. Victoria no podía haber sabido que una enfermera que la trató había estado en contacto con alguien que había asistido a un funeral en Guinea y había traído el virus de ébola a través de la frontera.
Perdió su bebé a finales de mayo de 2014 y fue enviada a un pabellón de maternidad en Kenema, donde estudiaba su esposo. Fue ahí que los médicos se dieron cuenta de que la joven de 20 años tenía ébola.
Mientras tanto, en su aldea, uno a uno sus familiares comenzaron a enfermarse y morir. Anthony no sabía cómo decirle a su esposa que ella era la única sobreviviente y temía que la pena inmensa le causara la muerte.
Se tomó la decisión de esperar varias semanas, hasta que recuperase su fuerza.
“Cuando le dijimos, ella lloró y lloró durante semanas”, dijo su esposo.
Tras ser dada de alta del hospital, regresó a su aldea a recuperarse lejos de la atención pública. Con ella estaba su suegra, que sobrevivió porque estaba en Kenema con Victoria mientras todo el resto de la familia se enfermó.
Cuando victoria descubrió que estaba embarazada de nuevo, se sorprendió y muchos médicos le dijeron que no había forma de saber si podría tener el bebé, tras haber sufrido ébola.
El bebé fue llamado Barnabas, un nombre bíblico que significa hijo del aliento o consuelo.
“Él será la base de nuestra familia y una fuente de consuelo para su madre”, dijo orgulloso el padre. (AP)