La depresión, aun cuando es un trastorno psicológico, en su base se suelen encontrar factores genéticos y provoca cambios profundos en el cerebro.
Un estudio publicado en la revista Molecular Psychiatry analizó el cerebro de 8.927 personas, entre ellas 1.728 que padecían depresión mayor. Los neurocientíficos descubrieron que mientras más episodios depresivos habían sufrido, más pequeño era su hipocampo, un área del cerebro vinculada con la memoria a largo plazo, la formación de recuerdos y la conexión de estos con las emociones.
Estos resultados están en sintonía con una investigación anterior publicada en la revista JAMA Psychiatry en la que se les dio seguimiento durante tres años a personas que padecían depresión. Los investigadores comprobaron que este trastorno estaba vinculado con una reducción considerable de la densidad de materia gris en tres zonas del cerebro: el hipocampo, la amígdala y la corteza prefrontal.
Todo parece indicar que en la persona deprimida la amígdala, una zona relacionada con el procesamiento de las emociones, se desacopla de la red emocional. Esto haría que procesen con menos precisión las situaciones que tienen un impacto emocional y, por ende, que perciban los hechos neutros como negativos. En práctica, sería el mecanismo que les hace ver el mundo de color gris.
De hecho, estos cambios a nivel cerebral agudizan los síntomas de la depresión. No solo afectan la capacidad para regular las reacciones emocionales y concentrarse, sino que además se encuentran en la base de la pérdida de la memoria y la aparición de pensamientos negativos recurrentes.
La culpa podría ser de la inflamación
Una teoría para explicar la reducción de volumen que experimenta el cerebro como resultado de la depresión apunta al aumento de cortisol, que desencadena una respuesta inflamatoria en el organismo y provoca daños a nivel molecular. De hecho, el cerebro de las personas que padecen depresión mayor muestra un 30% más de inflamación que un cerebro sano.
El proceso inflamatorio está vinculado a las citoquinas, unas moléculas que son capaces de traspasar la barrera sangre-cerebro y afectar las funciones cerebrales. Las citoquinas pueden llegar a dañar las sinapsis reduciendo la disponibilidad de monoaminas, cuya disfunción se encuentra en la base del mecanismo patofisiológico de la depresión. Además, expone las células nerviosas al estrés oxidativo, causando su muerte.
¿Estos daños se pueden revertir?
La depresión tiene consecuencias graves, pero la plasticidad cerebral juega a favor de las personas que sufren este trastorno. En 1996 se descubrió la neurogénesis, el crecimiento de nuevas células nerviosas, que comienza precisamente en el hipocampo, donde se desarrollan las células madre que más tarde se dividen y forman nuevas células nerviosas especializadas en distintas funciones.
En un cerebro sano los procesos de degeneración y regeneración están equilibrados, pero en las personas que sufren demencia y depresión prevalece la degradación. Sin embargo, combatir la depresión, ya sea a través de la psicoterapia, los antidepresivos o incluso el ejercicio físico, puede revertir algunos de los daños a nivel cerebral que provoca este trastorno, estimulando el nacimiento de nuevas células nerviosas.