*INICIARÍA CAMPAÑA 2021 EN SITUACIÓN DE EMPATE
*¿Y SI TODO FUE UNA LECCIÓN DE EEUU PARA AMLO?
Por Jesús Ruiz Gámez
Me lo dijo alguien de Morena muy bien informado, o más bien con acceso a ese tipo de información: las encuestas y otros estudios que Alfonso Durazo tiene en sus manos le han dejado en claro que, si las elecciones fueran en este momento, el partido Morena estaría en muy serio riesgo de perder las alcaldías de Guaymas, Empalme, Cajeme y Navojoa, así como las de Nogales y Agua Prieta.
De hecho, según esos informes, de los 10 municipios que concentran más del 80% de la población de Sonora, Morena solamente podría competir en dos: Hermosillo y San Luis Río Colorado.
Y déjenme decirles que no sorprende este dato, porque en las redes sociales y en los medios de comunicación abunda la información sobre las desastrosas gestiones que han encabezado los alcaldes de Morena en cada uno de esos municipios, culpa de sus propios excesos, inexperiencia o incompetencia, pero también del momento de ruina económica que les ha tocado vivir.
¿Quiere esto decir que, bajo tal escenario actual, ya están perdidas para Morena las elecciones del 2021?
La respuesta es no, pues Morena sigue arriba en las preferencias por partido. Es decir, la marca heredada del proceso 2018, aunque desgastada por los malos gobiernos en esos municipios, todavía es buena, siempre y cuando la oferta de las candidaturas a esas alcaldías no “huela” a los actuales presidentes municipales y menos si buscan la reelección.
Es así que el mayor riesgo para el proyecto de Alfonso Durazo está en sus propios alcaldes, a quienes por elemental estrategia debería hacer a un lado del proceso electoral, pero con quienes tampoco se puede pelear.
Quizás, ya consciente de esta situación, Durazo ha evitado ser elogioso en público sobre esos alcaldes y mucho menos ha dado pie a que se piense que apoya los proyectos de reelección que, insensatamente, algunos todavía creen posible.
No será nada fácil para el candidato de Morena a la gubernatura salir al paso de un escenario tan complicado en la mayoría de los municipios más grandes de la entidad, con todo y que en Hermosillo –donde se concentra casi el 30% de los votos del estado– el proyecto de reelección de la alcaldesa Celida López fuera exitoso.
Ni duda cabe que algunos alcaldes de Morena tratarán de dejar sucesor a modo e influir en el resto de las candidaturas de sus municipios, pues están a la vista las ínfulas caciquiles de varios de ellos, como en los casos de Sergio Pablo Mariscal en Cajeme y Rosario Quintero en Navojoa.
Me pregunto si Jesús Valencia, a quien Durazo se trajo de la Ciudad de México para la coordinación de su campaña, será quien pueda cambiar esta realidad de Morena en los más grandes municipios, pues el asunto requiere de una cirugía política de alto riesgo.
Es importante el asunto porque, muy probablemente, en ello va para Durazo su ansiada gubernatura.
INICIARÍA CAMPAÑA 2021 EN SITUACIÓN DE EMPATE
Aunque soy un convencido de que las encuestas para la gubernatura para estas alturas del calendario electoral no son un indicador confiable de cuál será el resultado de la elección, no deja de ser observable lo que ayer difundió en su cuenta de Twitter la encuestadora Massive Caller.
Esta empresa publicó dos láminas como parte de su medición quincenal, correspondiente al 15 de noviembre, de la intención de voto y careos en los 15 estados que renovarán sus gobiernos estatales en junio del 2021.
En una de esas láminas se ve que no se ha modificado sustancialmente la intención del voto, pues Morena y Alfonso Durazo continúan al frente con 31% de la intención del voto, por 23% de Ernesto Gándara y el PRI, mientras el PAN aspiraría a 16% pero con Javier Gándara como candidato.
Según esta encuesta, los indecisos, que al final de cuentas son los que deciden la elección, se han reducido a poco más del 14%, mientras que entre el resto de los partidos apenas uno o dos podrían mantener el registro.
Lo interesante es que la pregunta que da lugar a la otra lámina es: ¿Por qué (sic) alianza votaría en caso de que los partidos acordaran ir en dos grandes alianzas?
La respuesta es que Alfonso Durazo, postulado por Morena, PT y Partido Verde alcanzaría 37%, apenas por arriba de una eventual alianza del PRI, PAN, PRD y Nueva Alianza, con Ernesto Gándara como candidato que alcanza casi 35%.
Como se ve, los electores, como sucede en casi todo el país, de alguna manera simpatizan con la idea del bloque opositor y en el caso de Sonora, con Ernesto Gándara, harían que la campaña iniciara en una situación de empate técnico entre ambas coaliciones.
Da allí entonces la urgencia con que los dirigentes de estos últimos partidos han empujado la concreción de la alianza y la preocupación con que dicha alianza se ve desde las filas simpatizantes de Morena.
¿Y SI TODO FUE UNA LECCIÓN DE EEUU PARA AMLO?
El pasado 4 de mayo, en una declaración relacionada con la detención en Estados Unidos del ex secretario de Seguridad Pública de México, Genaro García Luna, el presidente López Obrador dijo que “los titulares de la DEA, CIA y FBI que estuvieron al frente en el periodo de mandato de Felipe Calderón Hinojosa también deben de ser investigados en el proceso judicial que inició Estados Unidos…”
López Obrador señalaba a la DEA por haberse confabulado con el gobierno de Calderón para ejecutar el fracasado operativo “Rápido y furioso”, por el cual se trajeron armas a México que, según él, habrían ocasionado la pérdida de muchas vidas.
Casi cinco meses después, el 29 de septiembre, llegó a la Ciudad de México Timothy J. Shea, administrador interino de la DEA, en una visita de la que sólo se adelantó que venía “en busca de mayor cooperación por parte del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador para contener el trasiego de drogas sintéticas que inundan Estados Unidos”.
Un reporte posterior a esa visita de Shea, estableció que el motivo había sido “la urgencia del gobierno estadounidense para que sus homólogos mexicanos entreguen resultados concretos en la lucha contra el tráfico de drogas” y que, en ese sentido, el administrador de la DEA, le hizo saber al fiscal general de la República Alejandro Gertz Manero, “la lentitud (del lado mexicano) para resolver las tareas pendientes en la agenda de cooperación entre ambos países”.
Ese mismo reporte señala la extrañeza de que, al concluir esta gira, no se hubiera dado la clásica fotografía con el ilustre visitante, lo cual se tomaba cono posible señal de un encuentro tirante con las autoridades mexicanas.
Estos antecedentes sirven para observar que en la agencia anti drogas de Estados Unidos, probablemente ya había causado agravio la exigencia del presidente López Obrador de que la DEA fuera investigada por su probable complicidad con funcionarios del presidente Felipe Calderón señalados por supuesta protección a narcotraficantes, como García Luna.
El aparente tono de reclamo del Administrador de la DEA en su visita a la Ciudad de México pareció dejar en claro ese agravio, pues jamás, que yo recuerde, un presidente mexicano se había atrevido a señalar a esa Agencia de Estados Unidos como lo hizo López Obrador.
Es probable entonces que el reporte de Timothy J. Shea a sus superiores sobre su visita a México haya sido en no muy buenos términos.
Todo esto me lleva a pensar que la posterior detención, el 15 de octubre, del ex secretario de la Defensa Nacional de México, el general Salvador Cienfuegos, quizás solamente fue una respuesta a ese agravio y una demostración a López Obrador de lo fácil que le resulta a las agencias norteamericanas complicarle su gobierno.
Porque la detención de Cienfuegos, bajo un cuestionable cargo de presunta protección a un criminal de segundo o tercer nivel en la estructura del narcotráfico en México, fue un duro golpe a la cooperación bilateral que de este lado encabezan las fuerzas armadas, pero igual sirvió para echar por tierra el argumento de incorruptibilidad del Ejército que López Obrador ha utilizado para justificar la militarización de su gobierno.
Además, la previsible diarrea verbal de López Obrador lo llevó a poner al general Cienfuegos bajo el mismo rasero con que ha juzgado a García Luna, lo cual ofendió y preocupó a la alta oficialidad castrense, quienes vieron su grado de vulnerabilidad ante cualquier manotazo del gobierno estadounidense y la poca solidaridad del gobierno mexicano.
Así de fácil pudo ser para la DEA meter en gigantesco brete al gobierno de López Obrador. Pero la cosa no terminaría allí, sino que inesperadamente regresan al general Cienfuegos a México junto con un gigantesco expediente de supuestas pruebas en su contra, para que sea el propio gobierno de López Obrador el que decida qué hacer con él.
Es decir, la DEA le creó a López Obrador una papa caliente y se la ha dejado en sus manos.
Ahora, López Obrador deberá optar entre simular una investigación al general Cienfuegos y quedar marcado como encubridor por sus adversarios en México y en Estados Unidos, o bien proceder contra el ex secretario de la Defensa y poner en riesgo su alianza con los militares, quienes son, como ya lo escribí antes, junto a los gringos y los narcos, a los únicos que el presidente tiene respeto y hasta pavor.
Por todo esto creo que, de principio a fin, desde la detención hasta la liberación en Estados Unidos del general Cienfuegos, todo fue para dar una lección a López Obrador y su gobierno, y para dejarle en claro que su otra función como presidente de los mexicanos es cuidarles su patio trasero.