*HOMENAJE DE UN HIJO A SU PADRE FALLECIDO
*ALCALDESA CÉLIDA LÓPEZ, CANSADA Y CON TODO EN CONTRA
*UNIFORMES EN CLASES VIRTUALES, UNA OCURRENCIA
Por Jesús Ruiz Gámez
Hoy no voy a empezar mi columna con asuntos de política o de gobierno.
Mejor prefiero compartir con ustedes el siguiente texto, que es un homenaje de un hijo a su padre fallecido, como a todos los padres nos gustaría que nuestros hijos nos recordaran y reconocieran.
Quizás algunos de ustedes ya conozcan este texto porque, al igual que a mí, les haya llegado por redes sociales, pero lo retomo y lo publico con el ánimo de que apreciemos en él una especie de guía para irnos algún día de este mundo con tal satisfacción.
Sin más, aquí está ese texto, íntegro tal como lo recibí:
“POR SU INTRÍNSECO VALOR FILIAL, DIVULGO ESTA CARTA A UN PADRE FALLECIDO:
CÉSAR GÁNDARA POR CÉSAR GÁNDARA
El mejor imitador de gallinas en el mundo fue mi papá. Inflaba los cachetes, se llevaba la mano izquierda hacia la boca, como si tuviera un micrófono, y la derecha a la oreja para escuchar su interpretación. Entonces comenzaba a cloquear, era un sonido que venía del fondo, desde el diafragma, e iba emergiendo hasta la garganta, la lengua y finalmente salía entre sus labios. Clo, clo, clo. Mis primos y yo lo observábamos impresionados, con los ojos y la boca bien abiertas. Era idéntico a una gallina. Y entonces, cuando ya había logrado captar nuestra atención, le gritaba al animal imaginario que estaba imitando: “Ándele Gallina!” y comenzaba a cloquear a doble velocidad. Cloclo, cloclo, cloclo. Era un estallido de risas y felicidad entre todos los niños, una media docena, que sentados en el piso lo escuchábamos con atención y asombro.
Mi hermano y yo lo apodábamos el güero, el tugüero, el weber. Era un hombre franco, amoroso y solidario. Le gustaba mascar papel. No se quedaba callado cuando algo no le gustaba. Se le iba con todo a sus contrincantes, así fuera un desconocido o un familiar. Pero luego, cinco minutos después, regresaba a pedir disculpas y a decir que “es de cristianos perdonar”.
Toda su vida vivió en la Centenario. Detrás de Catedral. Era vecino de mis abuelos, y de sus hermanos. En medio de todas las casas familiares, había una cancha de basquetbol que con el tiempo se convirtió en estacionamiento para los autos de las familias. Durante mi adolescencia, mi papá tenía un Celebrity negro. Llegaba a estacionar el carro al regresar del trabajo. Mis tías se estacionaban lejos de él porque siempre las chocaba. Mi padre abría la cajuela llena de libros, papeles, periódicos y notas. Tomaba tres o cuatro y se los llevaba bajo el brazo. Antes de llegar a su casa, regresaba al Celebrity porque había olvidado alguno importante que quería revisar antes de irse a dormir. Sus libros favoritos: El Quijote, de Cervantes; la Ciudad de Dios, de San Agustín; La Divina comedia, de Dante; La república de Platón; Schiller; y la encíclica Rerum novarum del Papa León XIII, su favorita.
Le gustaba la cantada, la poesía y la declamación. También le apasionaba la política.
Uno de los poemas que le encantaba recitar era de Amado Nervo:
Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;
porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
En año nuevo celebrábamos en el Hotel Playa de Cortés con toda la familia Gándara. Mi padre siempre estuvo rodeado de sus hermanas, sus hermanos y mis abuelos. Una familia muy unida y amorosa que siempre estaban el uno para el otro. Entonces recitaba el Brindis del Bohemio. Antes de que dieran las doce de la noche cantaba “A mi manera”.
Una de sus grandes pasiones, el café. De diez a doce tazas por la mañana, en sus mejores momentos, y siempre acompañado de sus amigos los cafeteros con los que hablaban de política.
Fue muy amigo de Chuy Gabino, un músico que lo acompañaba en sus correrías, era su Sancho Panza. Lo acompañaba con la guitarra mientras mi papá interpretaba el Juan Charrasqueado, Un mundo Raro y muchas más. Mi papá se llevaba la mano izquierda a la boca y la derecha a la oreja. La izquierda era el micrófono imaginario y la derecha era para escucharse, igual que cuando imitaba a las gallinas.
Sus lugares favoritos a donde le gustaba llevarme: El Tropiconga. Empezábamos con un jugo de caguama y ya después los tacos de aleta. También le gustaba el menudo del Café Nelly, y desayunar en el mercado municipal.
Siempre traía unos audífonos puestos para escuchar música clásica. Su favorita, no estoy seguro, pero quizás la novena de Beethoven. El coro final conocido como el Himno a la Alegría.
En sus correrías políticas anduvo por la ciudad de México, luego regresó y fue delegado del PRI en Pitiquito. Conoció a Porfirio Muñoz Ledo, se tomaron unos tragos juntos y lo dejó cautivado. Porfirio le preguntó dónde había estado metido cuando tuvo influencia en el PRI, y mi papá le contestó que “siendo hijo del hombre a quien habían hecho un lado”. Se refería a mi abuelo, don César Gándara Laborín, que en ese tiempo sonaba para candidato a gobernador. Tiempo después, Muñoz Ledo se encontraría con mi tío Ernesto Gándara en los Pinos. Al presentarse le preguntó si era algo de César Gándara Camou. Muñoz Ledo le habló de mi padre con mucho respeto y deferencia.
Mi papá me presentó a Heberto Castillo en el bar del hotel. Iba acompañado de su esposa y se tomaron varios tequilas. Les vendió unos polvos vitamínicos que por entonces distribuía. Esa noche hablaron sobre Marxismo, sobre la república de Platón y sobre los caminos a que se enfrentaría México tras la llegada de un incipiente neoliberalismo.
A mi padre le gustaba hablar de economía, de las conspiraciones de la CIA, de la familia Bush y la Reina de Inglaterra. Nos subíamos en el Celebrity y nos íbamos a las afueras de la ciudad. Compraba un six pack de Tecate roja, nos estacionábamos en la presa y bebíamos mientras me hablaba de la Divina Comedia, de Dante, y de la República de Platón.
Bromista, alegre, dicharachero. Tenía amigos en todas partes. No había lugar a donde fuera con él y alguien no se le acercara a saludarlo. Me presentaba a sus amistades y éstas siempre me felicitaban por tener un padre así.
La enfermedad lo fue mermando y llegó una trombosis que casi le costó la vida, a partir de ese momento usaba bastón. Pero él aseguraba que solamente era para verse más interesante. Lo aventaba al suelo y comenzaba a marchar levantando muy alto las rodillas, para que pudieras ver que se encontraba perfectamente en condiciones físicas. Luego la velita se fue apagando y el pasado 17 de julio falleció. Un día 17, igual que el día que nació. Hablé con él por última vez en junio, el día del padre. Ya se notaba cansado. Me contaron que el día de su fallecimiento hubo una lluvia torrencial en la ciudad, la primera en todo el año. La luz se fue en su casa, y en todos nosotros.
Cuando llegó la ambulancia por él, lo subieron a una camilla en medio de la oscuridad. Mi tío Martín Gándara lo acompañaba. Antes de que se lo llevaran, se le cayó una mano y mi tío sintió que lo agarraba. Esa fue su despedida, y justo en ese momento volvió la luz en toda la colonia, en los faros del parque Hidalgo. Y esa luz es con lo que yo me quedo en este momento donde los únicos recuerdos que perviven en mí son de amor, gratitud, enseñanza, admiración y respeto. Ahora me vienen los últimos versos del poema que mi padre tanto le gustaba:
Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!
César Gándara Camou es el mejor padre que he conocido. Hoy brindo por su existencia, por la oportunidad de haberlo acompañado en una parte de su vida. Por las enseñanzas y el amor que le tenía a su ciudad, a su Estado, al prójimo y a su familia.
Descansa en paz querido padre.”
LA ALCALDESA SE DICE CANSADA
La alcaldesa de Hermosillo, Célida López Cárdenas, se sinceró ayer ante los colegas del Grupo Compacto de Periodistas.
Les dijo que ya se siente cansada por ejercer el cargo en un escenario de enorme incertidumbre financiera en el ayuntamiento capitalino.
Y hay que creerle, cuando asegura que por esa situación ha empezado a valorar si es conveniente para ella, en su salud personal, buscar la reelección en la Presidencia municipal.
No dijo que no buscará reelegirse. Sólo mencionó esa posibilidad porque evidentemente la Alcaldesa cruza por un momento de ánimo bajo, algo difícil de concebir en alguien que exhibe su fuerte carácter a cada instante.
Al leer sobre esta declaración, me asomé a la cuenta de Twitter de López Cárdenas, en la que suele ser muy activa, a ver si había comentado algo al respeto.
Nada, de hecho hay muy poca actividad de la Alcaldesa en esa cuenta en los últimos días, lo cual quizás esté ligado precisamente a ese estado de ánimo.
Dicen que en la vida de los gobernantes hay momentos en los que se sienten muy solos. Así dice sentirse la Alcaldesa capitalina ante el poco apoyo que, asegura, su administración ha recibido del gobierno estatal y por la decepción que debe causarle el abandono del gobierno de López Obrador hacia todos los municipios.
Célida dice que hay una visión muy poco municipalista en el gobierno federal, una declaración que yo valoro porque eso esperaríamos de todos los políticos: que digan lo que es cierto, a pesar que la crítica sea contra gobiernos de la misma sigla partidista.
Yo imagino que este momento que pasa López Cárdenas es común entre todos los alcaldes, porque todos padecen de lo mismo, esa ruina financiera que se viene agravando desde cuando menos tres trienios atrás.
Con el agravante de que ella, López Cárdenas, sufre esa ruina en la capital, gobernando casi al 30% de la población del estado con un presupuesto que cada año es menor, en términos reales, frente a las crecientes necesidades de la ciudad.
Quizás por ello se atreve a señalar lo que suena a “pecado” a los oídos de muchos, pero que es un realidad: ante ese escaso o nulo apoyo de los gobiernos superiores, una solución, o cuando menos alivio, es aumentar los impuestos, en su caso el predial.
Un impuesto predial que, en Hermosillo, sólo paga la mitad de los capitalinos y de allí lo injusto que suena la sola intención de sacarle más a los que responsablemente sí han pagado, para seguir subsidiando a los que no quieren cumplir con esa responsabilidad ciudadana.
López Cárdenas veía antes, como todos nosotros, los toros desde la barrera y ahora, ya en la alcaldía, ve que sin dinero suficiente es muy difícil cumplir todo lo que el gobernante quiere y satisfacer las demandas, legítimas o no, de unos ciudadanos que esperan todo del gobierno.
Pero no es nada más la falta de dinero lo que causa este momento de ánimo bajo en la Alcaldesa, sino que también debe influir que desde el propio partido Morena le han escamoteado el apoyo político que necesita todo gobernante.
Ya lo hemos dicho muchos opinadores, pero ahora lo dice ella misma: su gobierno tiene opositores en todas partes, pero muchos de los que más desean su fracaso están en Morena.
“Los golpes no han cesado, siguen ahí, pero si me detengo a resolver esas grillas no podré avanzar”, les dijo a los compañeros periodistas.
No dijo nombres de quiénes son los que no le ayudan pero sí le estorban, pero de que están allí ya no hay duda.
Ahora bien, suena a perogrullada pero lo cansado se quita descansando, aunque quién sabe si el descanso le sea permitido a un alcalde de Hermosillo.
Pero también es menester decir que estar cansado no significa estar derrotado y que López Cárdenas si algo ha exhibido es un carácter, un temperamento, con el que ha sabido mostrar fortaleza ante los ciudadanos.
Por último diría que los gobernantes son humanos y como tales requieren el apoyo, el respaldo, de los verdaderos amigos que no necesariamente están en la política.
Y creo que, quienes lean esto e interpreten que la Alcaldesa está mostrando debilidad, se equivocan.
Ella, como la gobernadora que tiene de vecina, tiene algo que desde su interior la hace sobreponerse a lo más duro de la vida: es mujer.
UN ABSURDO Y UN ABUSO
Va primero el absurdo… o más bien lo ridículo de la idea que soltó desde su ronco pecho el dirigente de los comerciantes del centro de Hermosillo, al proponer al gobierno que se exija a los estudiantes que las clases virtuales en el nuevo ciclo escolar las lleven en sus casas ¡CON UNIFORME!
Da para reírse un rato ¿no?
Bien, pues resulta que esa propuesta le surgió al señor Rubén López porque piensa (por así decirlo) que de esa forma los comerciantes podrían tener ventas de las prendas y así aliviar su crítica situación de bajas ventas por la pandemia, situación que sí padecen, por supuesto.
Pero el señor López parece olvidarse que, al igual que sus agremiados comerciantes, los padres de familia también sufren los efectos de la pandemia y la sola intención de intentar meterles la mano a sus bolsillos, aunque con esa propuesta tan ridícula, es verdaderamente insensible.
Ahora vamos sobre el abuso y ese el que se pretende en varias (o muchas, o todas, no lo sé) escuelas privadas en las que están exigiendo a los padres de familia el pago completo de inscripciones, colegiaturas, materiales y uniformes, entre muchos gastos más, como si fueran a brindar clases presenciales.
No son pocos los padres de familia que indignados reclaman la realidad de que esas escuelas ni por asomo afrontarán los mismos costos al dar las clases virtuales, pues lo hacen con menos maestros, sin el mismo nivel de gasto corriente como son rentas, energía eléctrica, agua y otros servicios.
Claro, ya la SEC anunció que no habrá clases presenciales para iniciar el próximo ciclo, pero quizás haría bien la autoridad en checar que su determinación sea tomada en cuenta para que los particulares ajusten los costos en sus matrículas.
Sé que el trato entre padres y dueños de las escuelas es entre particulares y por tanto ese aspecto de los costos no es materia de la autoridad, pero para eso está el gobierno también, para prevenir que no se cometan abusos.
Las escuelas particulares tienen todo el derecho a cobrar sus servicios, pero los propietarios deben entender que los efectos de la pandemia exigen la solidaridad de todos.