Por Jesús Ruiz Gámez
Aquí en Sonora vamos con varios días de “retraso” en los efectos de la pandemia respecto a las cifras de contagios avanzadas en otras entidades de la República.
Esto ha sido gracias a las acciones preventivas que a tiempo han aplicado el Gobierno del Estado y algunos alcaldes, aún a pesar de un alto porcentaje de la población que sigue chiflándole al toro al negarse a permanecer en casa.
Pero conforme llegamos al punto de contagios que requieren atención hospitalaria, similar a la situación que ya se presenta en la Ciudad de México, veremos que aquí en Sonora también se empezarán a quedar sin atención los enfermos “No Covid”.
Hace unas semanas comenté que la reconversión hospitalaria para atender a los enfermos por Covid 19 y la saturación de los nosocomios que quedan parcialmente libres para atender la demanda habitual, iba a causar el desplazamiento o la falta de atención a decenas de miles de pacientes de una gran variedad de otras enfermedades.
El razonamiento es muy simple: si en tiempos normales, sin la pandemia, el sistema público de salud ya estaba notoriamente rebasado desde hace décadas, con una pésima calidad en la atención, pues con mayor razón con la sobrecarga de miles y miles de enfermos de Covid-19.
Obviamente, el secretario de Salud del Estado Enrique Clausen debe estar consciente de esta situación que inevitablemente se nos viene encima, pero la verdad es que poco puede hacer más allá de las medidas preventivas ya tomadas.
Si tuviéramos los recursos y las capacidades técnicas para construir nuevos hospitales en sólo unos días, como lo hicieron en China, o si tuviéramos un gobierno federal dispuesto a apoyar con todos sus recursos a los estados, pues algo podríamos exigir a las autoridades locales, pero pues ni una ni otra cosa.
Los ciudadanos deberíamos entonces estar conscientes de que los enfermos que ya tenemos en nuestras familias y que requieren de atención regularmente calendarizada o de urgencia, en muchos casos no van a contar con espacios en la medicina pública, con todo y los convenios que se hagan con los hospitales privados.
Tomen pues todas las previsiones posibles para hacerse de medicamentos de una vez y localizar médicos particulares que puedan dar atención de urgencia.
Ojalá que no atine en mi suposición, pero creo que pudieran morir tantos mexicanos por el Covid-19, como los “No Covid” que requieran atención urgente y cuyas tragedias serán menos visibles por no ser víctimas directas de la pandemia.
LOS HONESTOS QUE QUIEREN PERO NO PUEDEN
Aunque ya estamos hasta el copete de escuchar lo mismo, en esta columna es preciso recordar uno de los más socorridos rollos del presidente López Obrador, cuando sostiene que su “Cuarta Transformación” estará basada en eliminar la corrupción en el gobierno, barriéndola como se hace con las escaleras, de arriba para abajo.
La tesis lópezobradorista es que es posible desaparecer la corrupción, para lo cual bastaría con poner al frente de las instituciones a gente totalmente honesta, como se asume él mismo.
Pero resulta que en su propio gobierno ya se ha demostrado que de ninguna manera se trata de una receta infalible, pues al menos en el sistema aduanero esa estrategia ha sido todo un fracaso.
López Obrador acaba de anunciar un nuevo cambio en la Dirección General de Aduanas, a donde llega Horacio Duarte como el tercer director que intentará domar al “monstruo de cien cabezas”, como describió el propio Presidente a la corrupción enquistada en el sistema aduanero.
Para esto, López Obrador acepta que en las aduanas nomás no se ha podido con la corrupción, a pesar de que ya puso allí dos directores supuestamente ciento por ciento honestos, pero que fueron incapaces de bajar de perdida un escalón de la corrupción.
Claro que es de apreciarse que el Presidente acepte ese fracaso e insista en la intención de eliminar la corrupción de las aduanas, con todo y que esté casado con esa idea de que un funcionario honesto puede lograr ese cambio sólo por tener esa cualidad.
Ya queda claro que en esto del ejercicio de gobierno no basta con querer, hay que poder y a quienes López Obrador ha puesto en las aduanas nomás no pudieron, con todo y su acrisolada honestidad.
¿Se trata entonces de buscar funcionarios quizás no tan honestos pero que puedan al menos controlar o minimizar la corrupción en las aduanas? Claro que no, pero insisto, es evidente que no basta la honestidad como lo sostiene el Presidente.
Quizás el problema es que él quiere encontrar a funcionarios honestos que quieran y que puedan, pero sólo entre quienes están en su círculo cercano… Y tal vez allí no los encuentre nunca.
Esto, concediendo que realmente se quiera domar al “monstruo de cien cabezas” que, como parte también del crimen organizado, suele producir carretadas de dinero que, se sabe, se chispea hasta las más altas esferas del gobierno.
CONCEPTOS TORCIDOS
Por otro lado, el berrinche de López Obrador por el plan de los grandes empresarios para apoyar a las pequeñas y medianas empresas que son sus proveedores, dejó ver los conceptos tan torcidos que mueven al Mandatario mexicano.
Ya vieron que, equivocadamente, él creía que el plan de los empresarios iba a tocar sus tesoros, lo que lo enfureció y por eso salió con su ya clásica cantaleta de que él está para proteger “el dinero del pueblo” pero que nadie maneja más que él.
Me llamó la atención la forma tan maniquea con que López Obrador le otorga la propiedad de los recursos públicos a quienes en sentido estricto prácticamente no contribuyen al erario nacional, pero le niega todo acceso a los miles de empresarios, grandes y pequeños, que con sus impuestos forman ese tesoro.
En pocas palabras, en las retorcidas creencias del Presidente, los que no ponen son merecedores de todo y los que son más productivos y sí contribuyen nada merecen.
Claro, podría ser que tenemos un Presidente muy equivocado, pero no podemos ser ingenuos y tal vez en realidad este maniqueísmo es sólo una estrategia para crear y profundizar una división de clases, por la cual se logre desaparecer los contrapesos de la sociedad y así afianzar el poder monolítico que López Obrador parece soñar.
La diputada local panista Alejandra López Noriega, sobre este sainete que ha armado el Presidente con sus declaraciones, opina que sólo es una “cortina de humo” para que la atención pública se centre en ese tema y no en en lo que se cocina en el Congreso federal para darle a López Obrador el manejo absolutista y discrecional del presupuesto, so pretexto de la pandemia.
Podría ser porque, ciertamente, para afianzar un poder dictatorial al estilo del viejo PRI, al tiempo de contrarrestar los contrapesos de la sociedad también se requiere minimizar al resto de los poderes del estado.
En fin, sea por maniqueo o por maquiavélico, López Obrador goza y usufructúa la división de los mexicanos.