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Dime en qué gastas tu dinero y te diré qué tan feliz eres

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Aun cuando se dice que el dinero no compra la felicidad, las cosas en las que invertimos nuestro dinero nos puede hacer menos o más felices

“Realmente gastamos menos de lo calculado en las cosas que nos hacen más felices”, dice Michael Norton, profesor de la Escuela de Negocios de Harvard, quien ha investigado la ciencia de los gastos.

Ahora que la temporada de las compras de fin de año está a la vuelta de la esquina, quienes vayan a salir a comprar podrían querer reconsiderar su lista de deseos.

Resulta que las personas generalmente se sienten más felices si gastan su dinero en experiencias, en vez de gastarlo en cosas. Esto es así aunque las experiencias son temporales —una cena con un amigo o unas vacaciones— mientras las cosas como las televisiones, las computadoras y los teléfonos inteligentes duran más tiempo.

“Parece extraño que las cosas que desaparecen pueden hacerte más feliz que las cosas que permanecen”, dijo Norton en la conferencia Dealbook en Nueva York anteriormente en noviembre.

Cuando gastamos en cosas como una televisión o un teléfono, esto frecuentemente nos conduce a actividades que normalmente se hacen en silencio, como ver programas solo o usar aplicaciones para jugar juegos en solitario, dice Norton.

Pero cuando están de vacaciones, las personas conviven con familiares y amigos, ven nuevos lugares, aprenden cosas nuevas y crean recuerdos. Lo mismo ocurre con las experiencias relativamente baratas, como salir a cenar con los amigos. Las experiencias te hacen más feliz incluso antes de que sucedan.

Incluso la expectativa en ambos casos es diferente.

Comprar un producto costoso a veces involucra una espera que se siente estresante. Las personas podrían preocuparse acerca de si compraron el mejor televisor o teléfono por el precio, si llegará a tiempo o si estará dañado cuando llegue.

Así que incluso antes de que la compra llegue, está llena de ansiedad.

Luego de que llega, está el estrés de configurar la televisión o el teléfono, y el hecho de que ya ha perdido parte de su valor.

Por otro lado, la espera previa a una experiencia —como unas vacaciones o una cita— puede ser emocionante. De hecho, el día más feliz para las personas que salen de vacaciones es el día antes del viaje, no el viaje en sí, dice Norton.

“Incluso antes de que ocurran, las experiencias nos hacen más felices que las cosas”, dice Norton.

Él utiliza a los que se van de luna de miel como ejemplo. Antes de la luna de miel, las parejas a menudo dicen que estarán “en la playa con vino, entrelazados, viéndose el uno al otro a los ojos”.

Pero la experiencia podría no ajustarse a lo esperado. Se retrasa el avión, el hotel decepciona, o lo peor para alguien que esté de luna de miel, “quizá te enteres sobre algunas ex parejas de las que no sabías nada”.

Pero una vez la experiencia termina, la gente suele recordar los momentos felices, lo que crea una colección de recuerdos optimistas. Años más tarde, la exnovia o exnovio que causó molestias durante la luna de miel ya ha sido olvidada para siempre, dice Norton.

“Debido a que las experiencias desaparecen, ellas nos permiten crear una realidad que fue increíble y maravillosa, y nos hacen más felices” que las cosas, dice Norton.

 

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