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Dos boeing, dos accidentes; ¿hay de qué preocuparse?

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Hasta ahora, el Boeing 737 había sido uno de los mayores éxitos en el mundo de la aviación. Pero después del accidente aéreo sucedido en Etiopía, donde murieron 157 personas, sus acciones en Wall Street cayeron un 12% en la jornada de este lunes.

Sobre todo después de que hace casi cinco meses, el 28 de octubre del año pasado, otro avión idéntico, un MAX-8 de la compañía Lion Air, tuvo un accidente muy similar al estrellarse 13 minutos después del despegue.

La versión accidentada es la más moderna de todas, versión MAX y variante 8, una versión en servicio desde el año 2017, es decir, actual y moderna. Todas las versiones del 737 han ido incrementando su carga de pasaje y sus prestaciones: así, se ha pasado de los 118 pasajeros máximo, 50.000 kg de peso máximo y 2.850 km de alcance del primer B-737-100 a los 204 pasajeros, 88.000 kg de peso máximo y 7.130 km de alcance en el B-737 MAX-10, datos estos últimos muy próximos al MAX-8 siniestrado, un avión nuevo con tan solo cuatro meses de funcionamiento.

Se trata pues de una máquina nueva y de diseño reciente, pero en accidentes aéreos, que siempre son una concatenación de pequeños fallos sin incidencia grave cada uno de ellos por separado, todas las alarmas saltan cuando los hechos se repiten o parece que se repiten.

Un accidente aéreo sucede aplicando la “teoría del queso gruyer”. Si partimos rebanadas de este queso, que sabemos tienen muchos agujeros, las ordenamos al azar y las colocamos una encima de otra, ¿cuál sería la probabilidad de que coincidiera un agujero que atravesara todas las rebanadas? Cuando eso ocurre en aviación, tenemos un accidente y hay que investigar por qué ocurrió y qué ‘rebanada’ o ‘rebanadas’ del ejemplo del queso no estaban en su sitio. Pero ¿cuál es la probabilidad de que suceda esto dos veces? Puede ser casualidad, desde luego, pero es muy sospechoso y hay que buscar el problema.

Varias compañías operadoras del B-737 MAX han paralizado su operación y puesto su flota en tierra. Es una medida cautelar normal en estos casos. No significa nada determinante, pero tampoco es una decisión que se tome a la ligera. Por otra parte y respecto a las aerolíneas afectadas, Lion Air es una compañía indonesia de bajo costo pero que, hasta la fecha tampoco se encontraba bajo sospecha. Ethiopian Airlines es una compañía con un largo historial que, pese a haber sufrido varios accidentes, es considerada de las mejores aerolíneas africanas.

Las investigaciones de accidentes aéreos son largas y muy complejas. Especular sobre las causas del accidente antes de tiempo suele arrojar conclusiones erróneas, pero en este caso y con toda la cautela del mundo, hay alguna circunstancia que da que pensar. En el accidente de Lion Air, aún bajo investigación, ha trascendido que existieron “ciertos problemas” con uno de los sensores, el que indica el ángulo de ataque.

Este sensor ofrece uno de los parámetros críticos para el vuelo, pues determina el ángulo del avión respecto al horizonte y consiste en un pequeño dispositivo en forma de aleta situado en el morro del avión. Este dato es fundamental, pues los aviones comerciales despegan con un elevado ángulo de ataque. Esto permite adquirir altura con mayor rapidez y para ello se utilizan elementos hipersustentadores, en concreto los ‘slats’, que canalizan el aire del borde de ataque sobre la superficie del ala para aumentar la sustentación con un mayor ángulo de ataque. Adicionalmente, este dato también influye en el funcionamiento de los motores, pues dicho ángulo de ataque afecta al flujo de aire que entra en los mismos y puede condicionar sus parámetros de funcionamiento.

Estos dispositivos hipersustentadores funcionan normalmente de manera automática a partir del dato de ángulo de ataque, y si este es erróneo, es muy posible adquirir una inclinación demasiado baja o demasiado alta, tal que se pierda la sustentación, el avión entre en pérdida y caiga de repente en un picado muy pronunciado. Si esto ocurre en pleno ascenso de despegue, el avión está perdido sin remedio, pues no dispone de altura para poder recuperarse. Esto es lo que le pudo pasar al avión de Lion Air.

No hay evidencias de que esto mismo le ocurriera al aparato de Ethiopian, pero es sintomático que el de Lion Air cayera a los 13 minutos de vuelo y el de Ethiopian, a los seis minutos. Tampoco esto es concluyente, pues el despegue y el aterrizaje son los momentos más críticos del vuelo y donde más probabilidad hay de que cualquier fallo sea fatal.

Es sintomático que el de Lion Air cayera a los 13 minutos de vuelo y el de Ethiopian, a los seis minutos

Un último apunte —insistimos, dentro de lo que es mera especulación— puede afectar al tema del adiestramiento de los pilotos. No sería la primera vez, y en otras ocasiones ha afectado a pilotos que se han enfrentado a modelos de avión que no conocían adecuadamente o a aviones muy nuevos que comienzan a ser operados, caso del MAX-8. En este sentido, a raíz del accidente de Lion Air, Boeing y la autoridad de aeronavegación norteamericana emitieron sendos avisos urgentes acerca de posibles malinterpretaciones de este instrumento. Esto no es la primera vez que pasa y, con adiestramiento escaso o en aviones muy nuevos, un piloto puede reaccionar de manera equivocada ante una lectura errónea de un instrumento, por ejemplo desactivando los sistemas automáticos si piensa que entran en discrepancia con lo que a él le indican sus instrumentos.

Muchas son las incógnitas y no se desvelarán hasta que las investigaciones de ambos accidentes concluyan y se conozcan las causas precisas. Mientras tanto, el Boeing 737-MAX seguirá siendo un avión bajo sospecha.

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