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HERMOSILLO AGOBIADO POR LOS PEDICHES

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Por Jesús Ruiz Gámez

En la columna de hoy no escribiré de política, sino de un tema que tengo pendiente de hace tiempo y que, estoy seguro, será del interés de muchos, como habitantes de esta hermosa ciudad de Hermosillo.

Paso al tema:

Hace unos años un estimado compadre me decía que en el futuro de los hermosillenses, de seguro en unos años más, cada hogar tendría por fuera de su cochera un “viene-viene” particular y quizás hasta su propio limpiavidrios.

Obviamente la exageración respondía a que el problema de ese tipo de trabajadores de la calle y pedigüeños ya era una verdadera “plaga” en la capital sonorenses, al grado que por ese mismo tiempo la alcaldesa interina Angelina Muñoz Fernández comentó la conveniencia de que los hermosillenses ya no repartieran tanto dinero entre esas personas.

Muñoz dijo que había un cálculo en ese entonces de entre 500 y 600 personas que invadían calles, cruceros y estacionamientos de comercios, la mayoría no originaria de Hermosillo, dedicadas a pedir dinero, con el resultado de que aquello ya se había vuelto una “industria” que dejaban ganancias incluso muy superiores a las que obtenía un trabajador formal.

“Se oye gacho”, dijo la Alcaldesa, “pero la generosidad de los hermosillenses es uno de los factores que están haciendo prevalecer a mucha gente en situación de calle porque tienen un ingreso, pues nosotros les damos dinero, los alimentamos, les damos ropa y ya no se quieren ir de Hermosillo”.

Pues bien, henos aquí, ya en este 2021, el problema no sólo persiste, sino que está peor que nunca y es un tema del que los candidatos a la alcaldía no se han ocupado.

Antes se veían indigentes y otros verdaderos vivales que pedían dinero (incluso con engaños y utilizando niños) casi exclusivamente en el centro de la ciudad, pero ahora se les ve prácticamente por todos lados y no hay crucero, tienda de conveniencia, farmacia u otro negocio por el estilo que no esté rodeado de estas personas a la caza de los clientes para solicitar monedas.

Igual, antes los “viene-viene” y limpiavidrios se les veía solamente en los más importantes cruceros y estacionamientos de los grandes centros comerciales, pero ahora no dejan sentida ninguna calle aledaña a iglesias, clínicas, menos los supermercados, fruterías, expendios y casi todo pequeño y mediano comercio que cuente con su estacionamiento.

Por si fuera poco, el “oficio” de empaquetar o embolsar las mercancías antes se dejaba solamente a estudiantes y personas de la tercera edad, casi únicamente en las grandes tiendas, pero ahora se ve a niños y niñas en Oxxos, fruterías y en los pequeños supermercados de las colonias.

Ya ni hablar de que en cada crucero de bulevar el capitalino tienen que defenderse, además de los limpiavidrios, de un montón de vendedores de frutas, verduras, además de bailarines, tragafuegos y hasta los que sin el menor pudor ofrecen nada a cambio pero casi le exigen la entrega de unas monedas.

Es así que, aparte de la mala imagen para la ciudad, los capitalinos debemos salir de nuestras casas y oficinas ya dispuestos a que, durante el día, cuando menos unas 10 o 15 veces nos toparemos con la solicitud o exigencia de una limosna o apoyo, muchas veces quizás de personas verdaderamente necesitadas, pero innegablemente también de decenas o cientos que ya hicieron de la mendicidad su modus vivendi y que ya desprecian el trabajo formal.

Y es un problema al que debe buscarse una solución. Primero, por humanismo ante quienes viven en la calle por falta de hogar y la imposibilidad de trabajar, pero igual porque es un tema de seguridad pública y de imagen urbana, con todo lo que ello implica en términos del bienestar comunitario y de una ciudad atractiva para la inversión.

La postura de la ex alcaldesa Muñoz, de pedir a los hermosillenses que ya no den tanto dinero a los pedigüeños, quizás haya sido en sí misma la confesión de que para la autoridad municipal no hay o no se conoce una solución posible.

¿Estamos entonces los hermosillenses destinados, como decía mi querido compadre, a que en unos años tengamos que mantener “asalariado” a nuestro propio “viene-viene” en cada casa u oficina particular?

Cuando menos los candidatos a la Presidencia municipal deberían mostrarse sensibles y conscientes del problema.

EXPERIENCIA EN CHIHUAHUA CON LOS PEDIGUEÑOS

Estoy consciente de que este es un tema complejo porque involucra cuestiones de derechos humanos, de moral y caridad cristiana, de obligaciones que se imponen a la autoridad administrativa y un largo etcétera que muy probablemente divida a la opinión pública.

Por ello quizás deberíamos observar experiencias más o menos exitosas en ciudades similares, donde las autoridades municipales sí han tomado el toro por los cuernos y han conseguido cuando menos aminorar sensiblemente este fenómeno.

Hace algunos años viajé a la ciudad de Chihuahua, en el estado del mismo nombre, donde luego de recorrer en un taxi un largo tramo me fijé que no había en los principales cruceros vendedores ni limpiavidrios, siendo que en Hermosillo ya había invasión por todos lados.

Le pregunté al taxista por qué no se veía eso en las calles y me explicó que antes sí existía el problema, el cual llegó a ser tan grande que entre esa gente luego se colaron bandas dedicadas al robo simple, el secuestro exprés y el robo de vehículos, hasta que la administración municipal optó por aplicar la ley y el reglamento urbano.

El gobierno municipal chihuahuense utilizó la policía municipal para desalojar los cruceros e impedir que se siguiera con la práctica de pedir dinero y trabajar sin permiso en las calles, atacando así al mismo tiempo el problema de inseguridad.

Pero además, la medida se acompañó de un intenso trabajo social para ubicar a las personas realmente necesitadas y, en los casos posibles, reunirlas nuevamente con familiares o darles albergue en tanto se analizaba cada situación.

La versión del taxista me fue corroborada por las personas que vi en esa ciudad, con la coincidencia de que los capitalinos chihuahuenses estaban contentos con la firmeza que mostró el alcalde de esos tiempos.

Ya en el presente, al escribir estas líneas, ayer mismo me comuniqué con un amigo que aún vive en Chihuahua capital y me dijo que sigue vigente la medida administrativa tomada en esos años por cuestiones de seguridad pública, de manera tal que sólo ocasionalmente se ve a personas pedir dinero en las calles y regularmente se trata de migrantes centroamericanos expulsados de Estados Unidos o que no pudieron cruzar la frontera.

Recordó este amigo que la medida fue muy cuestionada al alcalde por un sector de los ciudadanos que consideraban el desalojo de los cruceros como una medida insensible y violatoria de los derechos humanos, pero al final recibió el reconocimiento por su firmeza ante un fenómeno que había crecido por años y ya afectaba seriamente la ciudad.

Es decir que, queriendo y con el apoyo de una mayoría de los ciudadanos, los alcaldes sí pueden hacerle frente a un problema de esta naturaleza.

Allí queda la reflexión para ustedes queridos lectores, pero en especial para la alcaldesa Celida López Cárdenas, quien quiere reelegirse, y para Antonio Astiazarán, el otro candidato con posibilidades reales de llegar a encabezar el ayuntamiento de Hermosillo.

FRASE DE CIERRE:
“Si no ponemos límite a López Obrador, limitaremos el futuro de nuestros hijos”.

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