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La historia del día: Germán Madrazo y su último lugar en Pyeongchang

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“Lo que yo quiero que mis compatriotas sepan es que no importa si tienes 43 años, si naciste en México o si no tienes dinero para practicar un deporte”, afirmó. “Si quieres hacerlo, puedes hacerlo”.

Germán Madrazo quiso y pudo.

Al final de los 15 kilómetros de esquí de fondo en los Juegos Olímpicos de Invierno de Pyeongchang, el mexicano tuvo el más caluroso recibimiento para alguuien que llega en último lugar.

Madrazo, de 43 años, cruzó la meta con una enorme sonrisa y una bandera de su país. Lo abrazaron y lo subieron a hombros Pita Taufatofua, el esquiador de Tonga que lució el torso desnudo y cubierto de aceite en la ceremonia inaugural, y el marroquí Samir Azzimani. Madrazo había terminado el último, en la posición 116, a casi 26 minutos del vencedor, el suizo Dario Cologna, que invirtió 33 minutos y 43 segundos en colgarse su tercer oro consecutivo.

Hace apenas un año se puso sobre nos esquís, en enero de 2017, con el sueño de llegar a la cita olímpica de estos días en Corea del Sur, donde ha integrado la pequeña delegación mexicana de cuatro deportistas.

Una inspiradora hisoria

Germán se entusiasmó tras conocer a fondo la historia de Roberto Carcelén, primer peruano en los Juegos Olímpicos de Invierno, quien compitió en Vancouver 2010 y llegó a la meta del esquí de fondo en Sochi, pese a tener dos costillas fracturadas.

Mediante las redes sociales, el mexicano le preguntó a Carcelén si lo podía ayudar. En respuesta, le recomendó a su entrenador, residente en Estados Unidos.

“Le hablé a ese entrenador y me dijo ‘no puedo prepararte, porque no tengo tiempo, pero si me acompañas manejando 6.000 kilómetros de Michigan a Utah, adonde tengo que entregar un coche, en el camino te enseño a esquiar”, contó Madrazo ante un grupo de periodistas embelesados con la historia. “Me subí al avión, no sabía siquiera si iba a ir por mí al aeropuerto”.

En cada zona donde había pistas para esquiar, el entrenador cumplió la promesa y fue preparando a su veterano discípulo. Pero una cosa era saber esquiar y otra conseguir el boleto olímpico

Madrazo compitió mediante esquíes con ruedas, que le iban dando algunos puntos clasificatorios para los Juegos Olímpicos. Pero tenía que participar en pruebas sobre nieve. Como pudo, recorrió distintos encuentros de esquí, y en ellos conoció a Fernández y a Taufatofua, el tongano que había desfilado también con el torso desnudo en la inauguración de Río de Janeiro 2016, donde compitió en taekwondo, y que quería llegar de algún modo a los Olímpicos invernales.

Entre los tres fueron motivándose, cada vez que fracasaban en la búsqueda del boleto olímpico.

“La última opción era Islandia, y sólo tuve para comprar el boleto de ida. Afortunadamente no era Alemania, porque no me hubieran dejado entrar sin boleto de regreso y no estaría aquí”, rememoró el mexicano. “Hubo un día en que nos quedamos definitivamente sin dinero. Nos quedaba sólo una barra de chocolate… Pita la compartió y me dijo… ‘lucha otro día, hermano’”.

Taufatofua es ahora una celebridad. Llegó en el puesto número 114, pero una multitud de periodistas quería entrevistarlo.

“Él y Yonathan de Chile hicimos una hermandad. Ahorita nos abrazamos y dijimos ‘peleamos hasta el final’”, contó Madrazo.

Así que para las estadísticas, Madrazo terminó último. Para él, esto es un triunfo.

“Este es el olimpismo, es darlo todo, es intentarlo todo. Nosotros, al no tener nieve, al no tener la experiencia que tienen estos países, para nosotros la medalla es obtener el criterio de calificación”, dijo. “Ir por una meta tan inalcanzable, creo que es lo que representa el auténtico espíritu del olimpismo. Nosotros lo dimos todo durante un año, sobre todo durante los últimos seis meses, y mira nada más el premio”.

En ese momento de la entrevista en la zona mixta, al recordar la historia, que incluyó además una mudanza del estado mexicano de Tamaulipas a Estados Unidos tras un robo y temores fundados sobre la seguridad de la familia, Madrazo rompió a llorar.

“La moraleja es que nunca hay que dejar de luchar. Nunca es tarde para empezar y que solamente se es viejo cuando se quiere ser viejo”, expresó. “Esto es para ellos (los trillizos, dos niñas y un niño). Es un mensaje de vida para ellos, que el día que sientan que ya no pueden con algo, que se acuerden de su viejo y se acuerden que sí se puede. Nunca hay tiempo para rendirse… no necesitas esperar a ver si el gobierno te da recursos para poder hacer un entrenamiento, a ver si naces en una familia privilegiada… siempre se puede”

 

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