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Leer a bebés les genera formas expresivas y descriptivas

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Bebés de cero a tres años deben tener experiencias cotidianas con el lenguaje escrito, en donde la lectura permite acercarles historias y formas expresivas que contribuyen a su desarrollo.

 

 

La profesora de la Facultad de Administración de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), Alma Carrasco Altamirano, añadió que la lectura en voz alta a los niños pequeños los nutre de formas narrativas y descriptivas que de otra forma son escasas.

 

La académica desarrolló un proyecto de investigación aplicada en el Circulo Infantil de la BUAP.

 

Leer a los bebés es fundamental porque posibilita intercambios de lenguaje entre ellos y los adultos encargados de su cuidado, además de ofrecer a los pequeños oportunidades de estar en contacto con narrativas completas y discursos estructurados, que sin los libros difícilmente estarían presentes en sus vidas”, puntualizó.

 

Alma Carrasco y su equipo de trabajo observaron las reacciones de los infantes, y el tipo de participación que tenían en sesiones de lectura conducidas por adultos mediadores, durante 30 minutos una vez por semana.

 

La doctora en Educación por la Universidad Autónoma de Aguascalientes explicó que fueron cuatro las condiciones cuidadas en esta intervención: colecciones de libros de calidad para los más pequeños, entornos que cambian con la llegada de los libros, mediadores que leen a los bebés en voz alta y tiempo programado de lectura.

 

Estas cuatro condiciones, señaló, se cumplieron en las situaciones de lectura diseñadas para probar que es posible hacer de la lectura una actividad cotidiana en los espacios de cuidado infantil.

 

La especialista en temas de lectura dijo que la lectura en niños es un tema emergente en la educación; sin embargo, existen pocas propuestas para abordarlo.

 

Carrasco Altamirano, quien también forma parte de la Mesa Directiva del Consejo Puebla de Lectura AC, indicó que uno de los principales retos es tener acervos de calidad, tanto informativos como de narración, que sean valorados por los propios infantes.

 

“Se requieren libros (en plural) de calidad, los cuales se ponen a prueba con los infantes; es decir, si no llama la atención de un adulto, mucho menos atraerá el interés de un niño”, sentenció.

 

La académica de la BUAP resaltó que para un espacio de lectura infantil se necesitan 100 libros como mínimo para un grupo de 20, de esa cantidad un 50 por ciento debe corresponder a material informativo y el resto a literatura.

 

Consideró relevante que dichos espacios tengan diferentes propuestas gráficas y autores, que estén a disposición de los pequeños lectores y cuenten con variedad de títulos, acordes a su edad.

 

Para llevar a cabo dicha labor impartió una plática introductoria a los mediadores y un taller a los padres de familia, con la finalidad de explicarles la importancia de esa actividad y que confiaran en la colección de libros seleccionada, pero sobre todo en los niños.

 

“Al momento de leer no se trata de describir las acciones o personajes, sino únicamente leer, porque en ese proceso cambia la entonación y el infante la percibe”, explicó.

 

Los resultados de este proyecto de investigación aplicada en el Circulo Infantil, durante el ciclo escolar 2014-2015, permitieron observar que el entorno cambió con la llegada de los libros, puesto que los niños relacionaron el proceso de lectura con la llegada de las canastas de textos.

 

Agregó que apreciaron dos momentos en el proceso, el primero cuando los infantes ven al mediador y siguen con la mirada su expresión, conforme avanza la lectura.

 

Otro cuando ellos -los menores- tomaron la iniciativa de elegir algún material, en el caso de los más pequeños para morderlo y conocerlo, y los mayores para intentar narrar la historia.

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