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De izquierda a derecha: El recuerdo del dengue

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Por Jesús Ruiz Gámez

Los más recientes brotes de dengue que hemos tenido en Sonora han saturado los hospitales de sector Salud en las principales ciudades y, si la memoria no falla, el último gran ejemplo de ello lo tuvimos en el año 2014, cuando los diarios nos mostraron las escenas de cómo hasta los pasillos hospitalarios eran usados para acomodar las camillas por tanto enfermo.

Estamos hablando de que apenas unos cuantos cientos de casos de dengue han bastado para saturar a las diversas instituciones de salud federales y estatales, dejando enteramente rebasadas las capacidades hospitalarias.

En el escenario más catastrófico de la pandemia de coronavirus en Sonora, la gobernadora Claudia Pavlovich alertó hace unos días que los expertos del sector Salud del Estado han previsto un escenario de horror, por la posibilidad de más de 60 mil personas contagiadas con el virus.

De hecho, el doctor Gerardo Álvarez Hernández, director general de Promoción a la Salud y Prevención de Enfermedades, advirtió que de ese universo de posibles contagiados, más de 40 mil ocuparían asistencia médica y quizás al menos siete mil ocuparían hospitalización, con dos mil de ellos en terapia intensiva. En este escenario, el número de muertes rebasaría las 600 en Sonora.

Recuerdo que, en el peor de los casos de brotes de dengue en Sonora, que seguramente fue en el 2010, cuando las novatas autoridades de Salud del gobierno panista que se estrenaba entonces omitieron los preparativos para la temporada, se habló extraoficialmente de hasta 8 mil casos en toda la entidad, repartidos durante varios meses.

Aquel año fue funesto por la cantidad de muertes y los múltiples casos de falta de adecuada atención, pues por más esfuerzos que hicieron los encargados de los hospitales no pudieron evitar la saturación durante semanas.

De entonces a la fecha el crecimiento de la infraestructura hospitalaria ha sido escaso, por lo que ese recuerdo de las epidemias de dengue debe estar en la mente de las más veteranas autoridades de la Secretaría de Salud que encabeza Enrique Clausen Iberri. Claro, también hay allí experiencia para hacer frente a ese tipo de escenarios.

Sin embargo, las consecuencias del posible alto número de casos de coronavirus podrían ser mucho más graves porque de hecho tenemos en Sonora una población de por sí ya muy enferma de otros padecimientos que potencian los efectos devastadores de este virus.

Ayer, la gobernadora Pavlovich emitió un mensaje precisamente sobre cómo las enfermedades crónicas en Sonora elevarán el riesgo de muertes por el coronavirus, pues 77% de los adultos sonorenses presenta sobrepeso u obesidad; entre 12 y 14% tiene diabetes y 35% de los mayores de 60 años sufren hipertensión arterial.

En pocas palabras, la Gobernadora nos adelanta que la desobediencia civil a los llamados a quedarnos en casa, que redundaría en miles de casos al mismo tiempo, haría que Sonora enfrente un riesgo mayor de alto número de muertes en comparación a otras entidades.

Es decir que la tasa de mortalidad del coronavirus podría ser mucho mayor en Sonora por estos antecedentes del altísimo número de enfermos de enfermedades crónico-degenerativas que ya tenemos los sonorenses.

Sobra decir que la experiencia de otros países hace pensar que la saturación de los hospitales es prácticamente imposible de evitar, porque no hay ni el tiempo ni los recursos para robustecer las capacidades para hacer frente ni siquiera a un mediano escenario catastrófico.

Hoy como nunca el desenlace final depende del entendimiento y la colaboración de los ciudadanos, pero no estoy seguro de que los sonorenses estemos a la altura en estos momentos. Observo demasiadas muestras de menosprecio al peligro.

QUE NO SE JUNTEN DENGUE Y CORONAVIRUS

Si bien la temporada más alta del dengue coincide en Sonora con los meses en que supuestamente ya debería haber amainado la pandemia del coronavirus (septiembre-octubre), no hay que olvidar que si las autoridades de Salud y los ciudadanos no ejecutamos las acciones preventivas, el dengue puede hacer explosión desde meses antes, en plena temporada veraniega.

Hay que reconocerlo, las actuales autoridades de Salud, con Enrique Clausen a la cabeza, han hecho un trabajo quizás inmejorable en cuanto a la prevención del dengue, pero la distracción por el coronavirus allí estará.

Imagino que la propia gobernadora Pavlovich, así como Clausen y sus expertos, estarán conscientes de lo delicado que sería tener ambas epidemias al mismo tiempo, por lo que seguramente estarán actuando en consecuencia.

Pero, repetimos, ante ambas enfermedades, pensar que todo depende del gobierno sería el principal error y causa de muchas muertes entre familiares y amistades.

CRIMINAL NEGLIGENCIA

Algo debe hacer pero ya el “súper delegado” de los Programas Federales en Sonora, Jorge Taddei, para corregir esa criminal negligencia que algún o algunos irresponsables cometen al hacer que decenas de adultos mayores hagan extensas filas para el cobro de las llamadas Pensiones para el Bienestar.

La denuncia de esa negligencia ya se hizo desde hace días y ayer se repetía en redes sociales, pues los testigos aseguran que las filas se extienden por calles y al parecer no hay quién controle que se hagan con los cuidados recomendados por la pandemia del coronavirus.

Por favor, si ya no tienen respeto por la edad y las condiciones físicas de tanto adulto mayor, cuando menos que hagan algo en consideración de que se trata de la población más vulnerable ante la pandemia.

 

SE PASAN DE PENDEJOS

Para dar mucho coraje lo denunciado ayer por el periodista Carlos Loret de que la escasez de cubrebocas en México se debe en gran parte a que de México se vendieron a China durante el mes de febrero, cuando ya en el país las autoridades sabían lo que se venía por la pandemia.

Loret afirma que el subsecretario de Salud federal, López-Gatell, así lo reconoció en entrevista y lo peor es que ahora hacen esfuerzos desesperados para que los chinos nos los vendan a precios mucho más caros.

¡Cuánta ineficiencia Dios mío!

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