Por Jesús Ruiz Gámez
La Secretaría Salud de Sonora informó ayer que espera entre 600 y tres mil hospitalizados por el coronavirus en los próximos dos meses, esto al tiempo en que inició la etapa del decreto de emergencia sanitaria que obliga al paro de las empresas no esenciales.
Creo, sinceramente, que la cifra de hospitalizados en estos dos meses será más cercana o superior a ese máximo de tres mil, número que será más que suficiente para poner en crisis al sistema de salud, porque está claro que no puede dejar de hospitalizar a todos los demás pacientes por enfermedades diferentes.
Quizás por esa seguridad es que el secretario de Salud, Enrique Clausen, ha denunciado la irresponsabilidad de un buen número de ciudadanos quienes, a pesar del llamado a que jalen y se queden en sus casas, siguen con su actividad en la vía pública.
Y el reclamo de Clausen no va dirigido obviamente a los miles y miles que, aunque quisieran, no pueden aislarse por su apremiante situación económica, sino que va contra los jóvenes y adultos que siguen conviviendo en grupos como si nada ocurriera y lo peor no estuviera por venir.
Es hasta feo decirlo, pero las consecuencias que sufran esos irresponsables ellos mismos se las buscan, pero lo peor es que se llevan entre las patas a los inocentes contagiados, incluyendo los de sus propias familias.
Lo dijo muy bien un conocido de quien esto escribe: no tiene por qué irnos mejor en las cifras de contagiados y muertos en comparación a países como Italia o España, donde tienen una población mucho menor que la de México, pero además tienen más de todo, hablando de sus capacidades económicas y de infraestructura de salud para atender a los enfermos.
Bajo esa lógica sencilla pero contundente, hay que decir las cosas como vienen: tendremos muchos más contagiados y muchos más muertos en los próximos meses, sobre todo porque somos los campeones mundiales en casos de diabetes y obesidad.
Y por esas condiciones del país, que tenemos menos de todo que España e Italia, el comportamiento de la pandemia también será muy distinto, mucho más larga y desastrosa para la economía nacional.
De hecho, en un escenario catastrofista, si así se quiere ver, quizás sean muchos más los muertos por los efectos económicos de la pandemia que por la enfermedad misma, ya que el sistema de salud quedará devastado al tiempo que igual quedarán las finanzas públicas y por ende los enfermos “normales” tendrán peor atención de la que ya mal reciben en la salud pública.
LOS DEJARAN SOLOS
El otro aspecto que me permite avizorar un negro panorama en Sonora es que, pese a los loables esfuerzos de los gobiernos del estado y algunos municipales, tendrán que rifárselas solos, pues ya dijo el presidente López Obrador que no habrá algún apoyo adicional, más allá del adelanto de recursos que supuestamente ya se ejecutó.
Pareciera incluso que el gobierno de López Obrador se prepara para culpar de la extendida mortandad a los gobiernos locales.
Pero además, López Obrador anunció ayer que su gobierno tampoco hará uso de la fuerza pública para obligar al cierre de empresas y a sacar de la vía pública a los ciudadanos desobedientes, porque “todo debe ser por la razón y nada por la fuerza”, el mismo argumento que ha permitido escalar la violencia en el país a niveles nunca vistos.
En pocas palabras, el gobierno federal, además de dejar solos a los estados y municipios en la parte económica, también se ausentará de la necesaria y penosa tarea de reprimir a los irresponsables.
López Obrador se aproxima así a completar una de las más criminales omisiones en que haya incurrido gobierno alguno en la historia de México.
Y, como siempre, la mayoría de los que resulten jodidos serán los que ya están más jodidos.