Cincuenta años después de anticiparlo en una de sus más célebres composiciones, “Cuando un amigo se va”, el árbol de Alberto Cortez cayó en “un terreno baldío”, aunque su muerte, acaecida hoy a los 79 años, deja tras de sí una sólida obra internacional en la que música y poesía se hicieron uno.
Destacado miembro de la influyente generación de cantautores de finales de los años 60 y 70, amén de premio Grammy a la Excelencia artística en 2007, este argentino se oponía a la “intrascendencia” de gran parte de la música actual y convirtió en una máxima de su carrera que esta disciplina era un vehículo para “acercar la poesía al pueblo…, de donde nunca debió salir”, añadía.
Autor de importantes temas de la música latinoamericana, como “Me lo dijo Pérez”, “El abuelo”, “Mi árbol y yo”, “Distancia” o “Te llegará una rosa”, una de las más importantes fue sin duda “Cuando un amigo se va”, escrita a raíz del fallecimiento de su padre y convertida en una pieza imprescindible de numerosos funerales.
Cortez (Rancul, 1940) superó el medio siglo de actividad pese a sus múltiples achaques. “Canto porque no tengo otro remedio”, declararía hace cinco años sobre su resistencia a la jubilación, en una entrevista en la que se tomó con humor el número de veces que la “rumorología” había acabado con él.
“Me río una y otra vez porque son tantas las veces que me han matado que, ya ven, lo han hecho tan mal que aquí sigo muy vivo, y sin retirarme”, ironizaba el músico, quien en su última etapa también reprochaba a la industria discográfica que se desentendiera de “los viejos carrozas”.
El escenario era el lugar donde “más feliz” se sentía, como recogió en “La vida”, biografía de más de 500 páginas escrita por Laura Etcheverry, en la que relataba que compuso su primera canción a los doce años, “Un cigarrillo, la lluvia y tú”, cuando descubrió el erotismo.
Con solo 20 años tomó un barco desde su Argentina natal con dirección a Europa, tras los pasos de grandes maestros de la música popular como Jacques Brel, George Brassens o Gilbert Becaud, y allí grabó su primer disco, sin saber que este salto continental se convertiría en una constante en su carrera.
Autor de importantes temas de la música latinoamericana, como “Me lo dijo Pérez”, “El abuelo”, “Mi árbol y yo”, “Distancia” o “Te llegará una rosa”, una de las más importantes fue sin duda “Cuando un amigo se va”, escrita a raíz del fallecimiento de su padre y convertida en una pieza imprescindible de numerosos funerales.
Escribí esa canción porque mi padre me trató como a un amigo desde pequeño, llevándome a todas partes.
Explicó el artista, quien pasó entonces por una “crisis tremenda” que le llevó a pensar “en dejarlo todo y volver al pueblo donde nació”.
El espíritu de exaltación de la amistad que emanaba esta composición marcó también su trayectoria, muy prolífica en colaboraciones sinceras. Entre las más relevantes, destacan los cuatros discos que realizó con el músico y filósofo Facundo Cabral, muy cercano, por lo que su asesinato en Guatemala representó un duro impacto.
Su muerte significó la muerte de todos los cantantes del mundo.
Cortes compartió estudio y escenario con otras grandes voces de Latinoamérica, como sus compatriotas Mercedes Sosa y Estela Raval, voz de Los Cinco Latinos, con la que grabó el álbum “En un rincón del alma”, el cual contenía la emblemática canción del mismo nombre que también interpretaría a dúo con María Dolores Pradera.
España, de hecho, se convirtió en un lugar especial. En ese país fijó su residencia, donde cantó a Antonio Machado, a Miguel Hernández y a Federico García Lorca, también a las víctimas del atentado terrorista del 11M (el cual coincidió con su cumpleaños) y fue donde una noche de 1967 empezó a convertir su nombre en leyenda en una velada sin micrófonos en el Teatro de la Zarzuela de Madrid
Información de EFE