A través de un escrito en su cuenta personal de Facebook, el sacerdote Luis Alonso Cobácame le responde al español Tomás Herrera sobre sus declaraciones acerca del ejercicio de su sexualidad.
Cobácame, quien es vocero de la Arquidiócesis de Hermosillo, se dice indignado por “la manera en que humillas a la Iglesia y a tus hermanos sacerdotes que, si bien no son perfectos, la mayoría nos esforzamos por ser santos, leales y coherentes con nuestro ministerio”.
Más adelante añade:
“No lo negaré, cuando yo era adolescente te admiré mucho, y tú sabes bien porqué dejé de hacerlo; ojalá todos aquellos chicos pudieran decirlo como yo. Sin embargo, no te culpo, ahora sé que eres un tipo solitario y que no sabes amar y que llevas años pagando a muchachitos pobres para que alguien te diga que te quiere. De mi parte, y a estas alturas de mi vida, sólo te acepto como eres”.
El día de ayer, el diácono Javier Gaxiola también le escribió una carta abierta que ha recibido bastante apoyo y difusión en las redes sociales:
Estimado Padre Tomás:
No te conozco, hasta hoy que escuché sorprendido la entrevista que te hicieron. Soy de Hermosillo y me llamó poderosamente la atención que un cura como tú haya ocupado un puesto como funcionario público de mi Estado. Cura de la corte, como en tu España medieval. Ya esto fue suficiente para mover mi curiosidad a escuchar tus razones o tu explicación de cómo un sacerdote termina haciendo el político.
Escuché la entrevista con cuidado. Terminé decepcionado y triste. Soy un diácono aún, a meses de ordenarme sacerdote. Pero el miedo al futurible “no vaya a ser que termine uno igual, así que mejor cállate y déjalo pasar”, no me detuvo a escribirte para decirte lo que siento y lo que pienso.
No te culpo ni te juzgo. No tuviste una formación sacerdotal adecuada. Te ordenaste sacerdote sin una preparación sólida. No me malentiendas. Seguro eres una lumbrera. No pongo en duda tu preparación académica. Estudiaste filosofía y letras, teología y antropología. Pero tú y yo sabemos que la formación del sacerdote no es sólo académica. Es sobre todo formación de un corazón. Un corazón herido y pecador, que es sanado y curado por el médico de almas, y que es ungido para ser instrumento de su gracia, presencia viva de un Cristo pobre, casto y obediente. Pero el corazón del sacerdote, querido padre Tomás, es formado por Cristo en los años de seminario, en la capilla del Santísimo, en el silencio, en la humildad y sencillez, y no en los altos mandos políticos ni en las oficinas de gobierno o eventos sociales. Pero de eso tú no sabes, y no tienes la culpa. Pero no, Padre. No escribo esto para buscar culpables.
¿Qué pensabas al sacar el condón y hablar del sexo como si fuera un intercambio de favores o un medio para alcanzar tu “madurez afectiva”? ¿Por qué manipulas la verdad sobre el amor sólo para justificar tus conductas? ¿No sabes, Padre Tomás, que somos templos del Espíritu Santo, que actúa en ti ex opere operato? ¿Sabes que el abrazo esponsal es algo sagrado, y es la plenitud del sacramento del matrimonio? Yo trabajo con jóvenes, padre. Yo mismo lo soy. Un joven que tiene que luchar día a día por ser fiel a su celibato. Y lo que tú has dicho, es bajarle el listón a todos los jóvenes (y no tan jóvenes) que corremos esta carrera por vivir en Cristo y no dejar que el demonio y el mundo nos gane. A todos los maridos fieles, que se parten la cara en los viajes de negocios por serle fieles a sus esposas. Si tú, Padre, ya te diste por vencido, o nunca empezaste la carrera, no seas tan cobarde para pretender que todos renunciemos a la Verdad. Si tú no eres capaz de ser un sacerdote célibe, no quieras que todos nos manchemos y nos conformemos con las algarrobas que comen los cerdos.
¿Cómo es posible que hables de utilizar la sagrada relación sexual como una herramienta para alcanzar estabilidad emocional? San Juan Pablo II, padre Tomás, repetía que somos nuestro cuerpo. ¿Tú crees que alguien que vive su sexualidad de esa manera tan libertina como la planteas, puede ser emocionalmente estable? Sabes que no. Sabes que al entrar en intimidad corporal con otra persona, se involucra toda nuestro ser. Y esa relación sexual debe ser custodiada en la intimidad de una manera fiel, exclusiva y para siempre.
Sí, padre. Para siempre. Pero esa, es otra cosa que tú no conoces ni aprecias. Para ti, como dice Ismael Serrano, tu compatriota, “el amor es eterno mientras dura”. Le echas la culpa a los maridos infieles de tú no cumplir tus celibato. Cómo esos comportamientos fueran suficientes para justificar los tuyos. Para ti, hermano mío en el ministerio, es fácil dejar un rato el servicio sacerdotal, dedicarte a la polaca, y retomarlo después cuando se acaba el sexenio y la cosa no salió como esperabas. Quizás esto es por no haber recibido una auténtica formación de tu corazón sacerdotal en el seminario. No tienes la culpa, Padre, de no saber lo que es el amor. Tus padres te aventaron a la calle muy joven, metafóricamente. Te faltó amor, y ahora lo buscas en la fama y mendigando la atención de los medios y de quien puedes. Pero debes tener mucho cuidado. Porque ahora, hablas como sacerdote. Y lo que dices, es tomado como una referencia de vida. Como una guía, y un espejo con el que los demás católicos buscan confrontar sus propias vidas.
Lo que dices, no es la verdad. Ni la verdad de la moral sexual católica, ni el modo de vivir el celibato de todos los sacerdotes. Yo estoy a unos meses de ser ordenado sacerdote. Podrías descartar mis argumentos y decirme “vive, hijo mío, y luego hablamos”. Pero te exijo que seas honesto con el nuestro amado Pueblo de Dios, y les digas que lo que vives y lo que dices no es la moral católica, y que no hablas como sacerdote de Cristo. No utilices tu sacerdocio para mover la balanza a tu lado, y moldear la verdad a tu conveniencia. Te exijo, en nombre de Jesucristo, que seas honesto y reconozcas tu error.
No basta callar y mirar a otro lado. Estamos en medio de una guerra, padre. El mundo está siendo confundido por el enemigo y por tantas ideologías contrarias a nuestro querido Rey y Señor. Hacen falta tantos soldados valientes que quieran hacer frente a la ideología de género, a la defensa de la vida y del amor. Pero del Amor con mayúscula Padre. Él es el único que te puede dar el famoso equilibrio emocional del que hablas. No andarte acostando y usando el condón “cuando sea necesario”.
Tus respuestas sobre tu vida sexual, padre Tomás, oscilan entre romanticismo hollywoodiano y el materialismo más grosero. Al más puro estilo de “Amigos con beneficios”. “Si lo necesitas, si estás ansioso, fúmate un cigarro o ve y usa el condón. No hay problema”. Y todavía usas la bandera del amor “mientras haya amor, todo se puede”. ¿Qué amor va a haber en sus relaciones esporádicas, padre? ¿Me vas a decir que usar a una mujer (o a un hombre) para equilibrarte emocionalmente es amor? No seas ridículo. No me digas que el amor es el placercillo que dura lo que dura la espuma de una cerveza mal servida. Usas argumentos de un adolescente calenturiento. Sabes todo, menos teología del Cuerpo de nuestro querido San Juan Pablo II, el grande, y moral sexual católica de Humanae Vitae, donde se habla de amar de a de veras. Donde el amor se contrasta con el Amor con mayúscula. Donde se habla de comunión, de entrega, de oblación, de sacrificio, de fecundidad responsable. Pero eso, querido Padre, o se te olvidó, o nunca lo supiste.
Cuando le preguntaron a Pablo VI porqué tantos sacerdotes colgaban los hábitos, contestó: “Porque oraban poco”. Por eso, padre, te invito a orar más. Necesitamos rezar, porque todos somos débiles y por nuestras fuerzas no podemos vivir el celibato. Es un don, y hay que pedirlo. Sacar callos en las rodillas. En tu entrevista, hablaste de sexo libre, de política, pero muy poco de Dios, de la Virgen, del Papa, de la salvación de las almas y del amor de Dios Padre. Rezo por ti, padre. Hoy empecé, orando con mi madre escandalizada delante del Santísimo. Para que dediques el tiempo que necesites a orar, a reflexionar, a abrir tu corazón sacerdotal a la gracia. Mira cara a cara a tu Señor, cuando alces la hostia Sagrada, y pídele que te ayude a ser más de Él. Porque al ser sacerdote, aunque haya sido por accidente, eres de las almas consentidas del Sagrado Corazón de Jesús. Y tienes remedio, siempre y cuando quieras recibirlo del único que puede remediarnos. Ojalá abras los ojos, pidas perdón a Dios y a tus almas, que están sedientas de verdad, de amor y de testimonio de santidad.
Perdón si hablo fuerte, pero tú eres español, y yo norteño. A ambos, cuando nos tocan lo que más queremos, reaccionamos fuerte y apasionadamente. Somos sacerdotes, Padre. La esencia de ser sacerdote es ofrecer la propia vida por los demás, no la realización personal. Cristo prometió fruto, no éxito ni estabilidad emocional conseguida a base de cariñitos. No se te olvide. Te envío mi bendición, y te pido que me mandes la tuya.
P. Javier Gaxiola, LC
“Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: “Yo soy el Cristo”, y engañarán a muchos.” (Mt 24,5)