Ciudad del Vaticano.- A cuatro años de haber sido elegido Papa, Jorge Mario Bergoglio puede decir que cuenta con una indudable popularidad externa, pero también que hay temas al interior de la iglesia que le han generado bastantes hostilidades.
El primer pontífice latinoamericano ha hecho varios intenteos de imprimir un cambio vigorosamente “reformista”, actitud que por un lado ha generado un amplio apoyo popular y mediático, pero por el otro crecientes dificultades y divisiones dentro de la Iglesia.
Concluido el “Año de la Misericordia”, que constituyó el sello característico de su cambio de enfoque pastoral, en la que llamó “la revolución de la ternura”, Francisco afronta un 2017 que algunos consideran de transición, a no ser por algunas de sus imprevistas iniciativas que pueden significar nuevas “aperturas”, además de la gestión diplomática de las crisis internacionales que se acumulan en el horizonte.
Los cuatro años transcurridos del pontificado bergogliano, han sido caracterizados por el marcado estilo personal del exarzobispo de Buenos Aires, con la impresión de un desinterés por las reglas y las tradiciones seculares de la Iglesia, pero que en cambio muchos interpretan como una estrategia elaborada por algún consejero experto en cuestiones de Curia y diplomacia.
Una Curia, cuyas luchas internas (que no solo no han disminuido, sino que parecen haberse incrementado) jugaron un importante rol en la renuncia de Benedicto XVI, Joseph Ratzinger, que hoy es Papa emérito y que el 16 de abril cumplirá 90 años.
El mismo Francisco ha subrayado varias veces que sigue los consejos de sus nueve asesores, el llamado “G9” del Vaticano, que lo ayudan en el difícil Gobierno de la Iglesia.
Dos aspectos oscuros siguen vigentes en el Vaticano y en general en la Iglesia: la corrupción (como lo reconoció públicamente Bergoglio) y sobre todo el espectro, y las resistencias, de la pederastia clerical.
El sacerdote y escritor jesuita Thomas Reese afirma que la gestión de Francisco “ha causado un profundo impacto en la Iglesia. Es cierto que no ha cambiado la posición sobre el control de los nacimientos, el celibato sacerdotal, el sacerdocio femenino y el matrimonio homosexual, pero ha cambiado el modo en el que vemos a la Iglesia”.
No hay que olvidar que, si bien de manera poco clara (dando lugar a variadas interpretaciones y a la acusación de “crear confusión”) Bergoglio ha abierto la puerta a los divorciados vueltos a casar y desde el punto de vista ecuménico se ha acercado significativamente a los anglicanos y protestantes, rehabilitando de hecho a Martin Lutero. También está en la palestra el tema relativo a la ordenación de hombres casados para hacer frente a la falta de vocaciones y por lo tanto de sacerdotes en regiones y zonas aisladas.
Las reformas de Francisco se han visto de manera evidente a nivel estructural. Este año deberían empezar a funcionar dos nuevos “ministerios”: el de los Laicos, La Familia y La Vida, y el dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral. Estos “ministerios de la reforma se agregan a las secretarías para la Economía, y para las Comunicaciones. Avanza además la “limpieza” y la reforma del IOR, el banco del Papa, fuente de numerosos casos de corrupción, maniobras y luchas.
Francisco medita ahora realizar cambios en los puestos claves de la Curia, donde se anida un fuerte grupo de cardenales opositores a su línea. Habrá que ver hasta donde podrá llegar su renovación. Las conspiraciones que se extienden desde el Vaticano hasta algunas grandes conferencias como la italiana, la estadunidense y la polaca, se exasperan a causa de los nombramientos con los que Bergoglio trata de crear una mayoría de obispos favorable a su proyecto de reforma.
En 2017 Francisco viajará a Asia, África y Colombia, además de visitar, en mayo, el santuario de Fátima, en Portugal. El viaje a Rusia aún no se concreta también a causa de la cuestión ucraniana, mientras que habrá que esperar la definición de puntos importantes y el consiguiente histórico acuerdo con China.
Algo curioso es que en repetidas ocasiones Francisco ha dicho: “Siento que mi pontificado durará entre cuatro y cinco años”. Hoy inicia ese quinto año.